西語(yǔ)小說(shuō)閱讀:《總統(tǒng)先生》(32)
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2020-09-04 00:48
編輯: 歐風(fēng)網(wǎng)校
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摘要:
西語(yǔ)小說(shuō)閱讀:《總統(tǒng)先生》(32)
El Se or Presidente
Cara de ángel, llamado con gran prisa de la casa presidencial, indagó el estado de Camila, elasticidad de la mirada ansiosa, humanización del vidrio en los ojos, y como reptil cobarde enroscóse en la duda de si iba o no iba; el Se or Presidente o Camila, Camila o el Se or Presidente...
Aún sentía en la espalda los empujoncitos de la fondera y d tejido de su voz suplicante. Era la ocasión de pedir por Vásquez. Vaya, yo me quedo aquí cuidando a la enferma ... En la calle respiró profundamente. Iba en un carruaje que rodaba hacia la casa presidencial. Estrépito de los cascos de los caballos en los adoquines, fluir líquido de las ruedas. El Candado Rojo... La Col-mena... El Vol-cán... Deletreaba con cuidado los nombres de los almacenes; se leían mejor de noche, mejor que de día. El Gua-da-le-te... El Ferro-carril... La Ga-llina con Po-llos... A veces tropezaban sus ojos con nombres de chinos: Lon Ley Lon y Cía... Quan See Chan... Fu Quan Yen... Chon Chan Lon... Sey Yon Sey... Seguía pensando en el general Canales. Lo llamaban para informarle... No podía ser!... Por qué no podía ser?... Lo capturaron y lo mataron, o... no lo mataron y lo traen amarrado... Una polvareda se alzó de repente. El viento jugaba al toro con el carruaje. Todo podía ser! El vehículo rodó más ligero al salir al campo, como un cuerpo que pasa del estado sólido al estado líquido. Cara de ángel se apretó las manos en las choquezuelas y suspiró. El ruido del coche se perdía, entre los mil ruidos de la noche que avanzaba lenta, pausada, numismática. Creyó oír el vuelo de un pájaro. Salvaron una mordida de casas. Ladraban perros semidifuntos...
El Subsecretario de la Guerra le esperaba en la puerta de su despacho y, sin anunciarlo, al tiempo de darle la mano y dejar en la orilla de un pilar el habano que fumaba, lo condujo a las habitaciones del Se or Presidente.
—General —Cara de ángel tomó de un brazo al Subsecretario—, no sabe para qué me querrá el patrón...?
—No, don Miguelito, lo ignórolo.
Ahora ya sabía de qué se trataba. Una carcajada rudimentaria, repetida dos y tres veces, confirmó lo que la respuesta evasiva del Subsecretario le había dejado suponer. Al asomar a la puerta vio un bosque de botellas en una mesa redonda y un plato de fiambre, guacamole y chile pimiento. Completaban el cuadro las sillas, desarregladas unas y otras por el suelo. Las ventajas de cristales blancos, opacos, coronadas de crestas rojas, jugaban a picotearse con la luz que les llegaba de los focos encendidos en los jardines. Oficiales y soldados velaban en pie de guerra, un oficial por puerta y un soldado por árbol. Del fondo de la habitación avanzó el Se or Presidente, con la tierra que le andaba bajo los pies y la casa sobre el sombrero.
—Se or Presidente —saludó el favorito, e iba a ponerse a sus órdenes, cuando éste le interrumpió.
— Ni mi mier... va !
— De la diosa habla el Se or Presidente!
Su Excelencia se acercó a la mesa a paso de saltacharquitos y, sin tomar en cuenta el cálido elogio que el favorito hacía de Minerva, le gritó:
—Miguel, el que encontró el alcohol, tú sabes que lo que buscaba era el licor de larga vida...?
—No, Se or Presidente, no lo sabía —apresuróse a responder el favorito.
—Es extra o, porque está en Swit Marden...
—Extra o, ya lo creo, para un hombre de la vasta ilustración del Se or Presidente, que con sobrada razón se le tiene en el mundo por uno de los primeros estadistas de los tiempos modernos; pero no para mí.
Su Excelencia puso los ojos bajo los párpados, para ahogar la visión invertida de las cosas que el alcohol le producía en aquel momento.
— Chis, yo sé mucho!
Y esto diciendo dejó caer la mano en la selva negra de sus botellas de whisky y sirvió un vaso a Cara de ángel.