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西語閱讀:《一千零一夜》連載20

掌握這些知識,攻克TestDaF5級

來源:網(wǎng)絡(luò) 2020-09-29 01:58 編輯: 歐風(fēng)網(wǎng)校 239

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摘要: 西語閱讀:《一千零一夜》連載20

PERO CUANDO LLEGó LA 32a NOCHE



Siguió contando la historia al rey Schahriar:

He llegado a saber; oh rey afor-tunado! que el barbero prosiguió así la aventura de su quinto her-mano El-Aschar:

“... hasta que terminen por com-pleto todas las ceremonias. Entonces mandaré a algunos de mis esclavos que cojan un bolsillo con quinientos dinares en moneda menuda, y la tiren a pu ados por el salón, y repar-tan otro tanto entre músicos y can-toras y otro tanto a las doncellas de mi mujer. Y luego las doncellas llevarán, a mi esposa a su aposento. Y yo me haré esperar mucho. Y cuando entre en la habitación atra-vesaré por entre las dos filas de don-cellas. Y al pasar cerca de mi esposa le pisaré el pié de un modo ostensi-ble para demostrar mi superioridad como varón. Y pediré una copa de agua azucarada, y después de haber dado gracias a Alah, la beberé tran-quilamente.

Y seguiré no haciendo caso a mi mujer, que estará en la cama dispues-ta a recibirme, y a fin de humillarla y demostrarle de nuevo mi supe-rioridad y el poco caso que hago, de ella, no le dirigiré ni una vez la palabra, y así aprenderá cómo pien-so conducirme en lo sucesivo, pues no de otro modo se logra que las mujeres sean dóciles, dulces y tier-nas. Y en efecto, no tardará en presentarse mi suegra, que me besará la frente y las manos, y dirá: “ Oh mi se or! dígnate mirar a mi hija, que es tu esclava y desea ardiente-mente que le acompa es, y le hagas la limosna de una sola palabra tuya.” Pero yo, a pesar de las súplicas de mi suegra, que no se habrá atrevido a llamarme yerno por temor de demostrar familiaridad, no le con-testaré nada. Entonces me seguirá rogando, y estoy seguro de que aca-bará por echarse a mis pies y los besará, así como la orla de mi ro-pón. Y me dirá entonces: “ Oh mi se or! Te juro por Alah que mi hija es virgen! Te juro por Alah que ningún hombre la vio descu-bierta, ni conoce el color de sus ojos! No la afrentes ni la humilles tanto. Mira cuán sumisa la tienes. Sólo aguarda una se a tuya para satisfacerte en cuanto quieras.”

Y mi, suegra se levantará pará llenar una copa de un vino exqui-sito, dará la copa a su hija, que en seguida vendrá a ofrecérmela, toda temblorosa. Y yo, arrellanado en los cojines de terciopelo bordados en oro, dejaré que se me acerque, sin mirarla, y gustaré de ver de pie a la hija del gran visir delante del ex vendedor de cristalería, que pre-gonaba en una esquina:

Oh gotas de sol! Ojos de mi no-driza! Soplo endurecido de las vírge-nes! Oh cristal! Cristal Miel colo-reada! Cristal!

Y ella, al ver en mí tanta gran-deza, habrá de tomarme por el hijo de algún sultán ilustre cuya gloria llene el mundo. Y entonces insistirá para que tome la copa de vino, y la acercará gentilmente a mis labios. Y furioso al ver esta familiaridad, le dirigiré una mirada terrible, le daré una gran bofetada y un puntapié en el vientre, de esta manera...”

Y mi hermano hizo ademán de dar el puntapié a su so ada esposa y se lo dio de lleno al canasto que encerraba la cristaría. Y el cesto salió rodando con su contenida. Y se hizo a icos todo lo que consti-tuía la fortuna de aquel loco.

Ante aquel irreparable destrozo, El-Aschar empezó a darse pu eta-zos en la cara y a desgarrarse la ropa y a llorar. Y entonces, como era precisamente viernes e iba a empezar la plegaria, las personas que salían de sus casas vieron a mi hermano, y unos se paraban movi-dos de lástima, y otros siguieron su camino creyéndole loco.

Y mientras estaba deplorando la pérdida de su capital y de sus inte-reses, he aquí que pasó por allí, camino de la mezquita, una gran se ora. Un intenso perfume de almiz-cle se desprendía de toda ella. Iba montada en una mula enjaezada con terciopelo y brocado de oro, y la acompa aba considerable número de esclavos y sirvientes.

Al ver todo aquel cristal roto y a mi hermano llorando, preguntó la causa de tal desesperación. Y le dije-ron que aquel hombre no tenía más capital que el canasto de cristalería, cuya venta le daba de comer, y que nada le quedaba después del acciden-te. Entonces la dama llamó a uno de los criados y le dijo: “Da a se pobre hombre todo el dinero que lleves encima.” Y el criado se despo-jo de una gran bolsa que llevaba sujetó al cuello con un cordón, y se la entregó a mi hermano. Y El--Aschar la cogió, la abrió, y encontró después de contarlos quinientos di-nares de oro. Y estuvo a punto de morirse de emoción y de alegría y empezó a invocar todas las gracias y bendiciones de Alah en favor de su bienhechora.

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